Rubén Darío, el colega aduanero (1887-1888)


 SALUDO EN EL ACTO DE HOMENAJE A RUBÉN DARÍO.

Señor Embajador de Nicaragua, Don Gadiel Arce Mairena
Compañeros Escritores del Grupo Poetas Itinerantes Rubén Darío
Reciban este saludo, en nombre de la Sociedad de Escritores de Chile, Filial Valparaíso, SECH-V, y, en nombre propio, como poeta y colega aduanero de Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, quien, con apenas 19 años de edad viajó a Chile y trabajó entre 1887 y 1888 como funcionario aduanero, en la Aduana de Valparaíso.
Fue tarjador de bultos en los almacenes fiscales, trabajo que le consiguió su amigo, el hijo del Presidente Balmaceda. Allí entre cajones y estibadores, germinó este poeta nicaragüense para hacerse universal. Recuerdo que el año 2003 fundamos el Taller Azul en la Dirección Nacional de Aduanas, tomando como hito histórico el paso de Rubén Darío por la Aduana de Valparaíso, período en que escribió su libro Azul, publicado en 1888. Ese libro AZUL se divide en dos partes: I Cuentos en Prosa y II El año lírico.
Y ese libro, que lo catapultó como renovador de la lengua hispana, el joven Rubén Darío se lo envió a Juan Varela, prestigioso novelista español que le abrió las puertas de Europa. El libro Azul fue impreso en la imprenta Excelsior, ubicada en el número 4 de la calle Serrano y el tiraje de su libro tuvo, escuchen bien, veintiún ejemplares, 20 en papel Holanda y 1 en papel Japón.
Sí, porque Rubén Darío era un joven pobre que soñaba con alcanzar una seguridad económica. El extenso prólogo de su libro, de 34 páginas, lo escribe Eduardo De la Barra, poeta, educador, masón y bombero, miembro de la Real Academia Española de la Lengua.
De su libro Azul, no puedo dejar de mencionar su cuento El fardo que es una historia que ocurre en el puerto de Valparaíso, un accidente fatal, que el poeta va delineando con metáforas que inundan de emociones. También les invitaría a leer su crónica Álbum Porteño, en el que un joven pintor busca inspiración para sus pinturas y, en forma curiosa va paseando por el Cerro Alegre, por el camino Cintura, para descender en ascensor con una bandeja llena de colores agrupados como pétalos de capullos distintos, recolectados en un paseo por el Valparaíso cansino de los cerros porteños.
Finalmente, quiero destacar que Rubén Darío, se inició en el periódico político “La Verdad” y quizá ello lo obligó a emigrar a El Salvador y posteriormente a Chile. En su impronta política rechazó la Doctrina Monroe de “América para los Americanos” y sostuvo una posición hispanoamericana, defendiendo el lenguaje y la religión. En su poema A Roosevelt señala:
A ROOSEVELT
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Es la expresión satírica de un hombre libertario que estuvo imbuido de las ideas liberales y su amistad con el hijo de Balmaceda y con Eduardo de La Barra dan cuenta de esa impronta. Por eso, siento que, si Rubén Darío estuviera hoy con nosotros estaría elevando nuevamente su palabra contra la tiranía, tal como Ernesto Cardenal. Su exilio quizás se habría repetido y lo tendríamos de nuevo en las epopeyas de su pluma, poderosa en ética y estética.
Sí, Rubén Darío tocó la vida de Valparaíso, deslumbrado por el Azul de su mar y emocionado con el sol que como “disco de hierro candente” podía observar en cada crepúsculo, desde un almacén portuario en la Aduana de Valparaíso.
Hernán Narbona Véliz , Presidente SECH-V
26 de febrero de 2023

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